Homage to
Isadora
2000 - 2016
Mi abuelo Arnold Dolmetsch a principios del siglo XX realizó una serie de colaboraciones musicales con la bailarina Isadora Duncan para varias de sus giras por Europa. Mi abuela Mabel, una estudiosa de las danzas de los siglos XVI, XVII y XVIII, reconoció en la bailarina una vanguardista de la danza por la cual sintió una fuerte admiración. Isadora Duncan revolucionó la danza al apostar por la liberación del cuerpo femenino. Para ella, la naturaleza fue una gran fuente de inspiración, que brindaba lo que debía ser la base de la danza. Dicha inspiración provenía del movimiento ondulante y armónico de elementos de la naturaleza, donde dichos movimientos están en toda la creación y sólo esperan a ser descubiertos.
Tal como afirmó Patricia Passo en su estudio sobre Isadora Duncan: “La búsqueda y re-descubrimiento de dicho movimiento primario, el del hombre como parte del mundo en el que vive, el cual representa una cadena sin fin; la naturaleza como ritmo cósmico, que cada uno lleva en sí y es capaz de encontrar y expresar a través del baile. La danza no es sino reflejo de este movimiento continuo, el flujo del baile es el flujo natural y el de la propia vida, es el tránsito infinito de un movimiento a otro. El cuerpo debe quedar liberado para mostrar sus auténticas formas tal cual son. Por eso baila con una suave túnica y descalza. El desnudo tiene un cariz altamente espiritual para Duncan, pues simboliza el desprendimiento de la materia y de las impurezas, la liberación de la esencia.” Y en esto radica el legado de Isadora Duncan, en el conectar al ser humano directamente con su cuerpo en un placer natural.
Reconocernos como seres sensuales es una forma de consciencia, es la satisfacción que uno siente en sí mismo, de ser como es y disfrutarlo, no la de seducir o pretender controlar a otro. Tiene que ver con la armonía, con lo externo y el contacto del ser humano con su propia esencia, es respeto a nuestro propio cuerpo, al autoconocimiento, a la naturaleza humana y a la de todas las cosas. Este es el placer que defendía Isadora.